"¿Deberíamos fotografiar el sufrimiento?" se titula el nuevo artículo de nuestro director legal, Herman Duarte, publicado en La Prensa Gráfica este 13 de agosto del 2020.
Sí, pero justifica la distribución, también se debe responder: ¿Para qué se tomó la fotografía? ¿Existe una motivación humanitaria, mórbida o ilegal? ¿Los participantes dieron su consentimiento informado? ¿Quién se verá afectado por la publicación? ¿El contenido es real o fabricado? Entre muchas otras, que pueden surgir desde las diferentes perspectivas utilizadas para abordar la pregunta. La respuesta, en cualquier caso, radica en la intención detrás de la fotografía. Me inclino a decir que sí, cuando la intención es de traer justicia a la escena, cambiar situaciones injustas, o de ayudar a expandir los horizontes de una realidad acordada. Entonces la imagen deberá entrar en el centro del escenario global. Sin embargo, esta respuesta necesita ser refinada considerando el poder de su lenguaje, las limitaciones que dicha tecnología posee y la iconografía que expone.
En el primer aspecto, el poder de su mensaje al capturar el sufrimiento, se extrae de la declaración de Sontag de cómo la fotografía ha "...adquirido una inmediatez y una autoridad mayor que cualquier explicación verbal al transmitir el horror de la muerte producida en masa" (Sontag, 2003: 24); y el papel que Buettner (2011: Capítulo 1) atribuye a las imágenes, cuando la sociedad lucha por aceptar eventos catastróficos. La marea que puede provocar una imagen de sufrimiento es algo a tener en cuenta al publicar una foto, ya que "puede dar lugar a respuestas opuestas. Un llamado a la paz. Un grito de venganza. O simplemente la conciencia desconcertada, continuamente reabastecida por información fotográfica, de que suceden cosas terribles" (Sontag, 2003: 13). Es por eso que se dice que las fotografías sirven para definir y registrar eventos (Sontag, 2003: 24).
Pero al igual que el vocabulario, la tecnología que captura imágenes no está libre de pecado. La fotografía a veces simplifica demasiado el sufrimiento, ya que captura solo un momento. Como explicó Snyder: "Las fotografías y películas de los campos de concentración alemanes fueron lo más cercano que la mayoría de los occidentales llegaron a percibir el asesinato en masa. Horrible, sin embargo, estas imágenes fueron... No son toda la historia; lamentablemente, ni siquiera son una introducción" (2010: XIV). El mismo autor (2010: 382-383) presenta un defecto adicional de la tecnología fotográfica: puede confundir la comprensión de un evento.
Esto significa que las imágenes (y sus subtítulos) deben analizarse cuidadosamente, ya que pueden inducir a error en el camino para la interpretación y comprensión de una situación. Un punto de partida es cuestionar su composición: ¿Qué se presenta como sufrimiento? ¿Es una situación universal? ¿Qué se excluye? ¿Qué no se muestra? ¿Quién y qué hay detrás de la cámara? En cierto modo, los elementos excluidos de la imagen también forman parte de la fotografía (Sontag, 2003: 14). De esta forma, la exclusión e inclusión de elementos se fusionan para comprender el poder de una imagen y abren discusiones sobre jerarquías de sufrimiento en su iconografía.
En cualquier caso, en lugar de cuestionar si debemos utilizar la fotografía u otro instrumento para capturar el sufrimiento, los esfuerzos deben centrarse en erradicar el sufrimiento y desarrollar tecnologías que permitan una comprensión más profunda del sufrimiento que está experimentando otro ser vivo (los animales también sufren). Al documentar su existencia, nos permite mantener en la superficie el sufrimiento, evitar que nos olvidemos y empujarnos a recordar; con la aspiración de inspirar empatía y promover acciones para cambiar aquellas circunstancias que crearon el evento catastrófico en primer lugar.