"Espejos y reflejos: La bandera rota del redondel Masferrer" se titula el nuevo artículo de nuestro director legal, Herman Duarte, publicado en La Prensa Gráfica este 21 de diciembre del 2020.
Por Herman Duarte - Publicado originalmente en LPG
Un espejo es “el símbolo por excelencia de la representación de la realidad. Esta representación es fiel solo en apariencia pues ofrece una imagen idéntica pero invertida, mostrando una suerte de revés de la vida” (Perilli, 1983:149). En diciembre de 2020, en el redondel Masferrer, la bandera “más grande de Centroamérica” (como histriónicamente decretó el alcalde de su capital, Ernesto Muyshondt) sirvió de espejo y reflejó el estado del Estado-Nación de El Salvador.
El Estado es una ficción jurídica con la cual se crea un ente independiente de quienes lo conforman, con la finalidad de lograr fines superiores a los intereses privados, dotando de estructura que ordena la convivencia en sociedad. Para ello, el Estado ejerce (en buena teoría) el monopolio del poder dentro de un territorio delimitado con fronteras. En este territorio, es donde por regla general yace el pueblo.
Pueblo además de ser la palabra favorita de líderes populistas, es un concepto jurídico-sociológico diferente al de población, que incluye tanto a personas con vida, como sin ella; las que viven dentro y fuera del territorio, pero que comparten valores, tradiciones, historias, victorias, fracasos, alegrías y tristezas que forjan una identidad.
En esa noción de pueblo se concentran los aportes artísticos, literarios, académicos, políticos, intelectuales de las diferentes vidas que terminan fundiéndose en una historia en común, que crean un bloque de cultura con los elementos distintivos e insumos para la creación de otra abstracción: “Nación”. Ese término relaciona a millones de personas y momentos esparcidos en decenas de años, con una sola palabra. Además, tiene la capacidad de vestirse de sujeto, con humanidad suficiente para sentir, sufrir y vivir: “La Nación sufre la pérdida... La Nación goza con los resultados... La Nación”. Los ropajes de esta Nación, que reflejan un pueblo y un Estado, se representan mediante el lenguaje de los símbolos, entendido este como “un término, nombre o fotografía que puede ser familiar en la vida diaria, pero que posee una connotación específica en adición a su significado obvio y convencional” (Jung, 1964:20).
Siendo esta la razón por la cual los símbolos patrios contienen elementos que de forma aislada no significan mayor cosa (una montaña, un triángulo, un gorro, un arcoíris), pero analizados en su conjunto, brindan una connotación capaz de despertar significados especiales. Los símbolos patrios se materializan en nuestro mundo por medio de elementos como las banderas, por lo que sirven de frontera entre lo real y lo simbólico, entre lo material y lo mental, entre lo representativo y lo representado.
En diciembre de 2020, la bandera del redondel en honor de Masferrer (¿o fue un reclamo del incumplimiento al mínimum vital?) sirvió no solo como símbolo patrio, sino también como espejo que refleja la ruptura del Estado-Nación que vemos en: la desarmonía entre los poderes fundamentales, fuerzas del orden serviles al Gobierno y no a la Constitución; privaciones de libertad en el TSE; ministros que lejos de representar la “elegante actitud de hombre culto” que profesaba Masferrer (1971:573 en Guerra, 2014) actúan como si se tratase de hooligan en un estadio; una deuda exorbitante con oscuridad en su forma de gastar... entre otros actos que suman para ver el doloroso estado de la Nación que reflejó la bandera rota en el redondel Masferrer.
Esa impactante imagen de la bandera nacional rota abre el camino a que quienes gobiernan al país, los tres poderes, dejen a un lado los ataques, insultos, degradaciones constantes y que hagan un llamado al respeto para sanar el estado de la Nación. Sin armonía y respeto, no saldremos adelante.
Herman Duarte
www.simplecr.com
Abogado, sociólogo y escritor