"Con Olor a Tabaco y Chanel" se titula el nuevo artículo de nuestro director legal, Herman Duarte, publicado en La Prensa Gráfica este 8 de setiembre del 2020.
La agnotología es el estudio de ignorancia, duda o confusión culturalmente inducida. Es la sombra de la epistemología, que estudia cómo el conocimiento se crea, transmite y reproduce. Este es un término acuñado por el profesor de la Universidad de Stanford Robert Proctor (1996; 2008; 2011; 2019) quien se interesó por esta idea, ante la prominencia de estudios y enfoques en la epistemología. Normalmente, explica Proctor (2008), entendemos a la ignorancia como algo natural, que resulta parte de nuestra primitiva naturaleza, y se supera con educación (que se adquieran conocimientos errados, es otra discusión). También, la clasifica de la siguiente manera:
(i) La ignorancia virtuosa, o aquella que se produce por medio de acuerdos en la comunidad científica, como, por ejemplo: el compromiso de no profundizar en temas que se encuentran en la frontera de la ética, como la clonación de humanos, o la producción de armas biológicas que se puedan esparcir a nivel mundial (*cough*);
(ii) La ignorancia, también puede ser como producto de una construcción selectiva, es decir aquella que se genera por cada científico que decide investigar un tema en particular y como la vida está llena de costos de oportunidad, todo lo que deja de enfocar dentro del rango de su atención, queda en el ámbito de la ignorancia; y finalmente;
(iii) la construcción deliberada de la ignorancia, la cual puede ser positiva, como, por ejemplo, cuando se trata de patentes, el resguardo de secretos comerciales o incluso secretos del Estado (claro está, que no toda actividad del Estado debe ser secreta, como el oxímoron dentro de los salarios de funcionarios ad-honorem, por ejemplo). Pero que también puede ser negativa, como cuando se genera una acción deliberada para promover duda, confusión o desentendimiento de algún tema.
El interés de Proctor en estudiar la producción de la ignorancia, que bautizó como agnotología, surgió ante las revelaciones de memorandos internos de compañías tabacaleras y cómo de manera descarada, cínica, desvergonzada y sin reproche alguno, conocían desde 1953 los efectos perniciosos de sus productos; y aun a sabiendas que sus creaciones comerciales matarían a millones (no a miles, sino millones), decidieron lanzar toda una campaña para promover su verdadero producto: la duda. Así en 1969, el vicepresidente de Brown & Williamson (posteriormente subsidiaria de British American Tobacco) indicó: "La duda es nuestro producto".
De esta manera, Proctor abrió toda una puerta del conocimiento (vaya paradoja, el conocimiento del desconocimiento) para que más autores (Michaels, 2008; Schiebinger, 2008; Orestes and Conway, 2011; Carrier, 2019; Kitcher, 2019) desarrollen los postulados ultra simplificados que he expuesto. Exponiendo otros casos notorios, como aquellos sin vergüenzas –que promueven la idea que el cambio climático es mentira.
Estos académicos notaron la recurrencia de tácticas (de guerra como diría la Lucerito) en la creación de la ignorancia: uso deliberado de información falsa (esto implica hasta crear montajes para despistar, como el "homofóbico", que para no levantar sospechas de su propia homosexualidad, tiene que atacar); promoción de debate tras debate, con la finalidad de no cerrar el tema y mantener la confusión en el aire; recurrir a "expertos", periodistas, historiadores (sin ética, claro está) para que opinen lo contrario de la realidad; utilizar técnicas de propaganda; hacer señalamientos con caracterizaciones peyorativas; hacer declaraciones desproporcionadas para minimizar los hechos; creación de tanques de pensamiento/ONG con planteamientos alternos; hasta incluso, llegar a ampararse en la ciencia para confundir: ciencia para atacar la ciencia. Todas esas prácticas agnotológicas fueron bautizadas como "Estrategias de Tabacaleras", cuya esencia radica en una verdadera naturaleza anti-epistémica, un actuar despojado de todo interés científico, rigurosidad técnica y objetiva; y en su lugar, sub-terfugiada por un interés económico o político (Carrier, 2019:61-63).
Dicho lo anterior: ¿Se les ocurre algún ejemplo de alguien con olor a tabaco y Chanel?